domingo, 26 de enero de 2014


La Razón del Equilibrio

Resuena el vacío de mis entrañas en el eco de mi voz.
Miras mis ojos a través de los tuyos en un recuerdo iluso.
No me toques, no me abraces, mi etéreo cuerpo no responde a tu baile.
Y son las paredes guardianas de mis delirios las que protegen mi pensar.

La luz de la cera se derrama por mis contrastes y mi contrastes responden a su clamor.
¿Dónde se encuentra el resguardo materno?
¿Dónde olvidé mi fetal figura de salvación?
No hay mano ni pecho que calme mi frío sudor.

La escarcha de mi piel no permite sentir el alba al nacer.
Muéstrese el sol en forma de piedra esculpida y mi cuerpo póstrese ante el.
El tiempo juega con los minutos de mis horas que cierran los días de un segundo.
Cierro las puertas de la percepción por dentro, para no dejarme salir.

Y en la mayor cabal despersonalización, mis funámbulos pies se tambalean en la inclinada espada de Damocles.
Un breve espasmo de tiempo que duda entre la ciega verdad.
El tiempo espacial abre las dimensiones de tu ultimo pensamiento, antes de saltar al vacío del silencio.

Un ciego silencio y nada mas.
Un ciego reducto de paz que cierra la consciencia de tu locura.
Silba el silencio entre tus dedos esperando el pulgar del Cesar.
Ya voy! … dejadme recordar este instante antes de que me olvide.
Y en el minuto de un suspiro, narra la voz de la historia el presente que antecede al dolor del pasado.

Quiera la irá de la rabia mas profunda desenvainar la mano contra la pluma.
Quiera la voz desempuñar los gritos del silencio a bocanadas de los techos.
Quiera erguirse la espalda sobre los muros de mi patria corporal.
Quiera alzarse sobre todos mis feos versos la palabra de mis hechos.
Quiera contarse la historia de mi vejez en el valor de mi juventud. 

Pero no se olviden…

Nárrense ante los tiempo venideros las sencillas verdades.

Que ante el temor de la conciencia, prevalece el valor a la vida.