lunes, 18 de octubre de 2010

El cínico neo-bohemio

Hacemos el amor al cinismo en cada palabra que susurramos, que parimos, que besamos. 
Amantes de la libertad por necesidad primaria e inconfundibles picaros y lazarillos de lo nada común, del excentricismo por naturaleza y fieles siervos del dadaísmo. 

Caricaturizamos a esas tendencias sociales tan independientes, tan trasgresoras y tan “snobs”, y las perseguimos como sátiros para hacer de su banalidad nuestro juego, carcajeamos y saltamos alrededor de aquellos que se aferran tan gozosamente a definirse como “hippie”, “punk”, “rock star”, o cualquier descripción de un ser catalogado basándose en su mera estética. 

Tolerantes analíticos del individuo, de su ser, sus ideas, su moral y su trascendencia. 
Nos rodeamos de ideas, pensamientos, palabras, utopías, sueños, incomprensiones, cultura, música, arte, dudas e inevitablemente mecemos nuestras mentes con el calor de la paranoia, con el dulzor del alcohol y con la expansión del razonamiento de la influencia psicotrópica. 

Navegantes de un océano de sexualidad, catadores de los colores y de razas, descubrimos cada sentimiento en el roce de una piel, en el beso de un cuello, en la mirada penetrante de unos ojos, a la vez que esculpimos nuestra pasión sexual en cada efímero amor, en el calor de un pecho y en las entremezcladas piernas de una noche de pasión. 
Cazamos, no por necesidad, sino por saciedad, devoramos cada pedazo de nuestra pieza, saboreando con intensidad su sabor, poseyendo sus cuerpos hasta la culminación del placer, gozando las sensaciones táctiles y visuales mientras un susurro convierte nuestro cuerpo en un espasmo. 

Centinelas del amor, impacientes de su llegada, pero recelosos de su ida, estafadores de lo nuestros sentimientos por miedo al dolor, caminamos por una orilla de fidelidad, de unión eterna, a la espera de la sonrisa de un viejo rostro y un claro corazón. 


Independientes de las convicciones religiosas, fanatismos y manipulaciones mentales, custodiamos nuestra visión personal de la realidad basándonos en la racionalidad de lo irracional. 

No esperamos la juiciosa comprensión, aceptación y amistad de un falso ídolo. 

Lo cual matiza nuestro desprecio integral a la globalidad y falta de personalidad. 

Somos la pura independencia de la felicidad fetal, recorremos nuestro camino explorando y abriendo senderos en un páramo de ignorancia, en una sociedad real , en un mundo cualquiera. 

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